LA ALIMENTACION: ENTRE EL MERCADO Y LAS
NECESIDADES DE LOS HOMBRES
Jacques Chonchol
Desde hace 30 años se viene repitiendo con insistencia en las instancias internacionales que el hambre crónico que afecta a varios cientos de millones de personas, a pesar de los progresos indudables de la producción de alimentos en el mundo, es uno de los problemas sociales más graves que enfrenta hoy la humanidad. Y se afirma también que esta situación de hambre podría ser superada en pocos años si hubiera voluntad colectiva de las naciones para lograrlo y se aplicaran políticas económicas, técnicas y sociales adecuadas para dicha finalidad, las que están hoy disponibles.
En diversas conferencias internacionales de las Naciones Unidas se han inclusive adoptado resoluciones y compromisos formales a este respecto. En la Conferencia Alimentaria Mundial, por ejemplo, organizada en 1974 por la FAO en Roma, los países participantes a través de sus más altos dirigentes políticos se comprometieron a hacer desaparecer en los diez próximos años el hambre de la superficie de la tierra. Pasaron los diez años, en 1984, y el compromiso no se cumplió.
Posteriormente en otras conferencias se fijaron objetivos más modestos en vista del fracaso del solemne compromiso de 1974. En la Cumbre Mundial de la Alimentación de Roma en Noviembre de 1996 se propuso un Plan de Acción Mundial que permitiera que en el año 2010 no existiera ninguna persona en el mundo con un suministro de energía alimentaria por debajo del nivel de las 2.700 calorías. Por otra parte los 186 delegados de los diferentes países participantes se comprometieron en reducir a la mitad, antes del año 2015, el número de personas afectadas por el hambre.
Sin embargo, todavía en 1997-99 según las últimas estimaciones de la FAO, había en el mundo 815 millones de personas con hambre crónica que se distribuían del siguiente modo: 777 millones en los países en desarrollo, 27 millones en los países en transición y 11 millones en los países industrializados. Además de ello, e incluyéndolos unos 2 mil millones de personas sufrían de diferentes carencias alimentarias. Africa al sur del Sahara cuenta con 30 de los 50 países donde la proporción de seres humanos afectados por el hambre fluctúa entre el 20 y el 75% de su población total.
En valores absolutos el hambre crónica afectaba en 1995-97 alrededor de 180 millones de personas en Africa al sur del Sahara, 33 millones en el Medio Oriente y Africa del Norte, 53 millones en América Latina y El Caribe, 164 millones en China, 204 millones en la India y 157 millones en Asia Pacífico.
- En la Declaración Política de los Estados participantes de la Cumbre Alimentaria Mundial de Roma de 1996 se afirmó que: "para garantizar el acceso de todos a los alimentos, nuestras políticas de desarrollo económico y social deben fomentar una distribución amplia y equitativa de los ingresos y de los derechos a recibir alimentos, así como el acceso a los recursos productivos, la creación de condiciones para la plena participación de la población, la igualdad entre hombres y mujeres y el apoyo a quienes no puedan producir o procurarse lo suficiente para asegurarse una alimentación adecuada, en particular las personas desplazadas o amenazadas por la guerra o por disturbios civiles".
Además se reconoció que "para alcanzar el objetivo de la seguridad alimentaria universal a largo plazo era imprescindible promover una agricultura interna eficiente y potenciar la productividad agrícola y se convino en la necesidad de reestablecer una inversión suficiente en recursos agrícolas productivos, capacidad de desarrollo humano e infraestructura con miras a un desarrollo rural diversificado".
Estos objetivos parecen claros y evidentemente están orientados a lograr una seguridad alimentaria generalizada. Sin embargo, cuando se observan las políticas reales que la comunidad internacional y la mayor parte de los países aplican, se ve una flagrante contradicción entre dichas políticas, la seguridad alimentaria y la resolución del problema del hambre. Veamos esto a través de algunos ejemplos:
La Primacía de las Políticas de Libre Intercambio
Todo el sistema económico internacional incluyendo el FMI, el Banco Mundial y los Bancos Regionales, la OMC, etc. insisten en que los países en desarrollo deben privilegiar un crecimiento exportador a través de políticas de libre intercambio. Dentro de este crecimiento exportador los productos agrícolas tienen para muchos países un rol esencial. Por su parte la reducción de los derechos de importación debe permitir importar alimentos más baratos de los países que en esta materia son más eficientes.
Pero, en la práctica que ocurre: gran parte de los productos de exportación son producidos o comercializados por grandes productores o por multinacionales y no por los pequeños productores que, son la mayoría de los rurales, pero que por falta de tierras, de crédito, de acceso a tecnologías apropiadas o de facilidades comerciales quedan excluidos de estas producciones. Por su parte estos pequeños productores, que se orientan en gran parte a las producciones alimentarias para el consumo interno deben competir con productos alimenticios importados que provienen de agriculturas de países desarrollados, que además con frecuencia reciben subsidios considerables.
Como lo señala Thierry Jaccard, redactor en jefe de la Revista "l'Ecologiste" 1 a escala planetaria la agricultura está muy poco mecanizada. Alrededor del 80% de los agricultores africanos y 40 a 60% de los de América latina y de Asia, trabajan exclusivamente con implementos manuales. Sólo el 15 a 30% de los campesinos en el mundo disponen de tracción animal. Y de los que sufren hambre las tres cuartas partes son campesinos. Es entonces absurdo poner a competir esta agricultura tradicional con la agricultura considerablemente mecanizada y subsidiada de los Estados Unidos y de los Países Europeos. El Presidente Bush acaba además de anunciar un aumento de 70% de los subsidios públicos a la agricultura norteamericana que las incrementará en 180 mil millones dólares en 10 años.
Por su parte el Primer Ministro chino Zhu Rongji llama a sus conciudadanos a prepararse a que 500 millones de rurales dejen el campo en los 15 próximos años como consecuencia de la adhesión de China a las reglas de la OMC. Una situación similar se puede producir en la India.
- En resumen las políticas de libre intercambio en el contexto socio-político de su aplicación actual aumentan la pobreza rural y por tanto el hambre de la mayoría de los campesinos y si bien pueden teóricamente beneficiar a los consumidores urbanos con alimentos más baratos esto se ve contrarrestado por otras políticas económicas como las del ajuste estructural y de globalización que aumentan el desempleo y el subempleo urbano, y por tanto la pobreza y el hambre.
La Primicia de la Producción sobre el Consumo
Josué de Castro decía ya hace más de 50 años en su famoso libro "Geografía del Hambre": "No basta con producir los alimentos. Se necesita además que puedan ser comprados y consumidos por los grupos humanos que los necesitan".Este lazo indisoluble en una economía de mercado entre el ingreso y la alimentación ha sido constantemente recordado a lo largo de estos años por numerosos especialistas. Sin embargo, la idea de que el hambre es antes que nada una insuficiencia de producción contínua inspirando los esfuerzos y las políticas en los últimos decenios: selección de semillas, uso de fertilizantes, de pesticidas y nuevas maquinarias más eficientes para aumentar la productividad del trabajo. Y sin embargo, a pesar de los éxitos logrados en materia de productividad (Revolución Verde) el hambre no ha desaparecido y por el contrario ha aumentado en términos absolutos.
Ello nos indica claramente la necesidad de poner en el futuro mucho más el acento en las condiciones económicas y culturales de los consumidores, sin dejar de lado por supuesto las condiciones productivas.
La Triple Exclusión de los Campesinos: de la Tierra, del Trabajo y del Mercado
La globalización cuyo gran objetivo es bajar los costos de producción para hacer los productos competitivos en los mercados nacionales e internacionales, está produciendo en el mundo rural una triple exclusión de las mayorías campesinas: a la tierra, al trabajo y al mercado.
Veamos el caso de la exclusión a la tierra a través de un ejemplo concreto. En Brasil durante los años 70 las exportaciones agrícolas aumentaron en forma explosiva. La soya, planta desconocida en el país 20 años antes y destinada a alimentar al ganado europeo y japonés, se convirtió a fines de los 70 en la principal exportación agrícola del país. Sin embargo, durante el mismo período el hambre aumentó: afectando a un tercio de la población en los años 1960, aumentó a dos tercios de esta población al comienzo de los años 1980. A mediados de los 1990 Brasil se había convertido en el tercer exportador agrícola mundial, después de China y los Estados Unidos. La superficie cultivada con soya aumentó en 37% entre 1980 y 1995, alcanzando a 11,6 millones de hectáreas. Esta se acompaña de una deforestación masiva que expulsó de sus tierras a muchos pequeños productores. En el mismo período la producción de arroz por habitante disminuyó en 18%.
La concentración de la mayor parte de la tierra agrícola de Brasil entre las manos de una minoría de privilegiados se produjo junto con el desarrollo de una agricultura de exportación y de una constante represión contra los trabajadores agrícolas y sus organizaciones. Los agricultores de menos de 10 hectáreas representa hoy el 30,4% de los campesinos brasileros pero no poseen sino el 1,5% de la tierra agrícola.
Por lo contrario, las grandes explotaciones de más de mil hectáreas, representan 1,6% de los rurales pero acaparan el 53% de la tierra agrícola.
La pobreza y el hambre se han visto gravados por la conversión de muchas tierras en campos de pastoreo y una fuerte proporción de tierras dejadas sin cultivar en las grandes explotaciones. En efecto 42,6% de la superficie agrícola de Brasil no está explotada y en las explotaciones de más de 1.000 hectáreas, el 88,7% de la tierra está abandonada2.
La segunda exclusión de los campesinos se produce con respecto al trabajo. Con el fin de aumentar la productividad de las grandes explotaciones se mecaniza al máximo la agricultura, se reduce el empleo de la mano de obra y se transforma esta mano de obra de permanente en estacional. Todo ello aumenta el desempleo y el subempleo, reduce los ingresos de los trabajadores y aumenta la pobreza y el hambre en las zonas rurales.
Finalmente, la tercera exclusión es la del mercado. Como buena parte de los pequeños productores agrícolas se dedican a producir una agricultura alimentaria destinada al mercado interno, la competencia en este mercado de sus producciones con los alimentos de los países desarrollados que llegan a bajo costo por la alta productividad de estos agricultores, los grandes subsidios y la reducción de los derechos arancelarios, van excluyendo progresivamente del mercado a las producciones alimentarias campesinas.
El consumo de productos animales de las poblaciones ricas disminuye los recursos para los alimentos de los pobres.
El stock de animales de crianza para el consumo de carnes, leche y otros productos animales crece mucho más rápidamente que la población humana. Los hombres compartían el planeta con 6.954 millones de animales de crianza en 1961 y en el 2001 con 20,1 mil millones de animales.
Estos animales están destinados a servir de alimento en su inmensa mayoría, sea directamente por su carne, sea indirectamente por sus subproductos. Para, esto hay que mantenerlos y alimentarlos. Hay que destinar tierras y proteínas vegetales para ello, de los cuales una parte importante podría ser directamente consumida por los seres humanos.
Ahora bien, de los 49,6 mil Kms2 de tierras agrícolas existentes en el mundo 34,6 mil Kms2 están constituidas por tierras de pastoreo permanente no cultivadas a las que se deben agregar 3 mil Kms2 de tierras cultivadas que sirven para la producción de alimentos para animales. Es decir, el 76% de todas las tierras agrícolas del mundo están destinadas a la mantención de los stocks de animales. Si bien buena parte de las tierras de pastoreo permanente no podrían ser dedicadas a cultivos, no cabe duda que de los 3 mil Kms2 de tierras cultivadas destinadas al mantenimiento de animales, una buena parte podría ser utilizada para el consumo humano directo. Pero, como en una economía de mercado los que mandan son los que tienen mayor poder de compra, se puede decir que la demanda de carnes y otros productos animales de los ricos, reduce los cultivos alimenticios de los pobres. Así, tenemos que el 40% de todos los cereales producidos en el mundo están destinados al consumo animal para producir para los ricos.
La productividad de las pequeñas explotaciones con una agricultura diversificada es superior a la de las grandes con una agricultura industrial. Sin embargo, se privilegia esta última y se condena la primera por ineficiente.
Los economistas han impuesto la manía de medir la productividad sólo en función de lo producido por unidad de trabajo. Con este criterio sólo la agricultura industrial con altos consumo de productos químicos, semillas híbridas y maquinarias es productiva. Cualquier otro sistema aparece como más ineficiente, entre ello el caso de la policultura producida por los pequeños productores.
Sin embargo, si además del trabajo humano se considera el consumo de energía, los recursos naturales y los insumos químicos, la gran agricultura industrial no tiene una productividad superior a la agricultura tradicional.
Un análisis basado en un estudio aparecido en la Revista "Scientific American" 3 en que se comparan los policultivos tradicionales a los monucultivos industriales, muestra que los primeros producen 100 unidades de alimentos por 5 unidades de insumos, mientras que los segundos requieren para las mismas 100 unidades 300 unidades de insumos.
Como lo ha señalado la física india Vandana Shiva, Presidenta de la "Research Foundation for Science, Tecnology and Natural Ressources" de New Delhi, un argumento clásico utilizado por los promotores de la agricultura industrial y de la Revolución Verde, así como hoy día de las OGM, es que sólo la agricultura y la cría de ganado intensivos pueden satisfacer las necesidades una población siempre creciente. Sin embargo, dado que son el conjunto de los recursos y no el trabajo el factor limitante, es la productividad resultante del uso conjunto de recursos y no del trabajo, lo que constituye la medición adecuada.
En lo que concierne a la productividad alimentaria la agricultura industrial es deficiente en relación a los sistemas agrícolas más durables, cuyos insumos provienen directamente de la biodiversidad de la explotación.
La agricultura biológica basada sobre la rotación de cultivos asociados que practican frecuentemente los pequeños productores agrícolas da una cosecha mayor que la que resulta sobre la misma superficie ocupada por un solo cultivo. El rendimiento en policultivo de millo y maní es de 1,26 con respecto al de uno solo de estos cultivos, el de maíz frijol de 1,38, el de millo-soya de 1,53, el de maíz-arveja de 1,85. El monocultivo de una sola planta tiene sin duda un rendimiento mayor que el de la misma en policultura, pero la producción total en policultivo es superior a la obtenida en monocultivo.
La agricultura industrial sólo es productiva si se considera una sola parte de la planta. En la biodiversidad se tiene otro concepto de la productividad. Las medidas de la productividad basadas en la biodiversidad muestran que los campesinos pueden alimentar al mundo mejor que la gran agricultura industrial y el beneficio alimenticio llega a un mayor número de personas.
CONCLUSIÓN
En resumen podemos concluir que existe hoy día una gran contradicción entre los objetivos de superar el hambre y establecer la seguridad alimentaria de la mayoría de los seres humanos y las políticas que se aplican para lograr este objetivo. No cabe duda que no es privilegiando el libre intercambio de productos agrícolas y fomentando las exportaciones, dando la primacía a la producción sobre el consumo, excluyendo a las mayorías campesinas de la tierra, del trabajo y de los mercados, fomentando el cada vez mayor consumo de productos animales para los que les pueden pagar y favoreciendo a la agricultura industrial en las grandes explotaciones sobre la agricultura campesina, como se podrá resolver el problema del hambre. Con estas políticas en 2010 o 2015 seguiremos teniendo millones y millones de personas que no pueden satisfacer sus necesidades alimenticias básicas. El mercado en un mundo de profundas desigualdades que tienden a acentuarse, no es capaz de satisfacer las necesidades de los hombres.
Agosto, 2002
1 Nº 7, Junio del 2002
2 Peter Rosset "Terres sans Paysans et Paysans sans terre". L'Ecologiste Nº 7, juin 2002.
3 Francesca Bray "Agriculture for the Developing Nations", "Scientific American", Julio 1994