FRATERNIDAD Y ECONOMÍA
Theotonio Dos Santos*
Igualdad, libertad y fraternidad. Las tres consignas de la revolución francesa se convertieron en ideales históricos por los cuales lucharan los pueblos durante todos los siglos XIX y XX. La revolución burguesa los lanzó al campo revolucionario, pero dos de ellos fueron absorvidos dentro de la ideología burguesa y convertidos en ideología dominante a la cual se curvaron todos los otros sectores sociales, incusive los opositores socialistas.
La igualdad pasó a ser una condición de existencia misma de las relaciones de producción capitalista. El mercado encuentra vendedores y compradores en igualdad de condiciones buscando alcanzar el mejor precio. Lo socialistas se postularon criticamente al igualitarismo formal y exigieron una igualdad “real” que alcanza sobretodo el ingreso.
La riqueza debe ser dividida para garantir una igualdad efectiva. Los salarios deben corresponder a principios de supervivencia en condiciones de vida igualitarias, admitiendose solamente una diferencia de tareas y de formación como principios diferenciadores a partir de un mínimo socialmente aceptado.
Incluso los conservadores más sectarios aceptan este principio general, con fuertes restricciones cuanto al mínimo aceptable. Ellos han resistido enormemente a la noción de salario mínimo y de rendimento mínimo universal que se generaliza hoy día en Europa.
Pero el concepto de ingualdad dio origen a la noción de equidad que se refiere más especificamente a la igualdad de oportunidades y aceso a los servicios básicos por los cuales se responsabiliza directa o indirectamente el Estado. Amartya Sen ha desarrollado muy profundamente el concepto de igualdad incluso en los países en desarrollo. Pero él ha sabido incorporar también la noción de libertad a la economía, incluso de los países en desarrollo.
La libertad fue sobretodo una reivindicación liberal. Ella se ligaba sobretodo a la libertad de comercio y de propiedad: la propiedad privada. La tendencia de los liberales más radicales era el de oponer libertad e igualdad.
La imposición de la igualdad contrariaría la libertad que premiaría con la riqueza los más capaces y puniría con la pobreza a los menos capaces, garantindo así una tendencia al pleno funcionamiento de los principios de la economía.
Es vasta la literatura sobre estos temas en la prensa especializada y aun en el gran público. Los socialistas absorveran el ideal burugués de la igualdad y lo transformaron en su gran bandera.
Pero que pasó con el tercero ideal de la revolución francesa: ¿la fraternidad? El ideal de la igualdad desapareció de la literatura económica y de la gran midia en general. En la Encliclopaedia del Siglo XX, de Thomas Bottomore el término fraternidad no figura.
En la enciclopaedia de la UNESCO sobre Ciencias Sociales él vocablo fraternidad aparece con un significado antropológico, referiendose a la antigua phatria griega, es decir a la hermandad como un fenómeno micro, una integración de miembros de una misma origen, un padre o una madre. Pero el origen común no es tan importante. Los responsables de las fraternidades se identifican por este sentimiento de pertenecer a la misma orígen.
Pero este signficado evacúa el sentido revolucionario y macro de la revolución francesa. En este caso se hablaba de la humanidad entera, compuesta de hermanos. Tratase de reconocer nuestro origen común, arriba de diferencias nacionales o étnicas. La revolución, a pesar de estar profundamnte asociada a la constitución del Estado Nacional, no deja de reconocer, al mismo tiempo, su dimensión Universal.
La idea de una hermandad universal continuó a ser una referencia en el siglo XIX y en el siglo XX, pero ella no tuvo un rol tan esencial a la implantación y expansión del capitalismo, sobretodo en el período histórico caracterizado por la expansión internacional del capitalismo bajo la forma del imperialismo,
Por el contrario, en el período imperialista se reforzó la idea de una superioridad racial de los europeos. El racismo pasó a constituir un elemento cada vez más fuerte de la energía vital que llevava Europa a dominar el mundo.
El europeo se consideraba el más inteligente, el más capaz y hasta el más bello. Esta superioridad racial es apuntada como una de las razones principales para su expansión colonial. Se trataba de una tarea histórica civilizatoria que los europeos cumplían para civilizar los pueblos inferiores del mundo.
Durante el siglo XIX se dibuja más claramente el eurocentrismo que reescribe la historia de la humanidad desde el punto de vista de la superioridad europea. Las Civilizaciones orientales, la Babilonia bajo la dominación Persa y los egipcios fueron vencidos por Alejandre que representaba la civilización Occidental, democrática y racionalista.
Despues, el Imperio Romano consagró esta superioridad que vino a sufrir un retroceso solamente en la Edad Media, edad de las trevas, hasta que el Renacimiento, inspirado en la retomada del imperio romano y la reforma inspirada en el cristianismo primitivo que repuzo el Occidente en el centro de la historia, abre camino a las descubiertas marítimas y a la hegemonía europea sobre el resto del mundo. Hegemonía consagrada por la continuidad representada por la victoria norteamericana en la Segunda Guerra Mundial.
Esta misma civilización occidental retoma su tarea histórica al oponerse al comunismo “oriental”, filosofía pagana y atea, despues de la Segunda Guerr Mundial. La afirmación del Occidente es al mismo tiempo la imposición del capitalismo como el triunfo definitivo de la naturaleza humana en la organización social.
El homo economicus, verdadera expresión de la naturaleza humana, se libera de todas las limitaciones que las civilizaciones anteriores imponían al ser humano y se aproxima socialmente de su esencia. El hombre busca su felicidad a través de la acción racional para alcanzala. El hombre busca obtener el máximo de felicidad con el mínimo de esfuerzo.
Esta racionalidad se dezplaza del plano de la Razón Universal del siglo XVIII para convertirse progresivamente en una Razón instrumental, en la busca del óptimo universal de Pareto. La racionalidad que no se define por los fines sino por el uso racional de los medios. Esta racionalidad asegura el triunfo de la productividad que se alcanza a través del desarrollo de la división del trabajo y de la tecnología que se basa en la ciencia aplidada.
En todo este esquema, la idea de hermandad o fraternidad no tiene mucho espacio que ocupar. Ella desaparece totalmente de la ciencia económica occidental. El socialismo, como experiencia histórica, retoma en parte esta idea al consagrar el principio de la creación del “ hombre nuevo”, como producto y condición de la implantación del socialismo. Solo este hombre nuevo podrá garantir la existencia de una sociedad en la cual la produción y sobretodo la distribución de los bienes se basará en la justicia social o en la igualdad de oportunidades y no en la motivación del lucro o de la ganancia.
Una economía solidaria solo podría desarrollarse dentro de un sistema económico social en el cual la propiedad colectiva de los medios de producción fuera sustituyendo progresivamente la economía capitalista basada en la genealización del mercado hacia incluso la compra y venta de mano de obra.
Pero la idea de una economía solidaria se expandió en el interior mismo de las sociedades capitalistas. Las cooperativas nórdicas y posteriormente las que se generalizaron a toda Europa, estuvieron en el cierne de la conversión de los partidos socialistas y socialdemocratas en fuerzas sociales poderosas en el interior del modo de producción capitalista.
El aumento de la exclusión social, sobretodo durante la fase b (de crecimiento bajo y hasta recesiva) propia de las ondas largas de Kondratiev, que se inició en 1967, fue generando una población desempleada permanente que, aún protegida en parte por el seguro social, no podía acomodarse a esos límites.
En el llamado Tercero Mundo, la penetración del capitalismo sin destruir completamente los modos de producción anteriores y sin generar empleo para las masas emigradas del campo había creado, desde los años 20 y 30, una población marginal creciente que se fue convertiendo en una masa de excluídos, conocidos bajo el nombre de economía informal, debido a su ausencia de legalización institucional.
Ahí estaba otro campo importante para una economía solidaria que diese a esta población un sentido más humano para sus iniciativas. Algunos economistas pretenden atraer esas masas para un capitalismo de la pobreza. Mas al mismo tiempo crecen las iniciativas para organizar esta pobreza según principios de solidariedad que les permita sobreponerse a su miseria sin romper con su próximo.
Este es un campo creciente de políticas sociales y de acción ciudadana frente al gigantismo que asumió la cuestión de la pobreza en los últimos 30 años de hegemonia neoliberal en las políticas económicas del Tercer Mundo. Un\a economía solidaria que restablezca el sentido de la fraternidad puede tener su base entre los pobres pero puede convertirse en un principio general de organización social, como lo querían los revolucionarios franceses.
En el presente momento enfrentamos el desafío de organizar el conocimiento de los principios que deben regir una economía organizada a partir de la noción de fraternidad y de solidariedad humana. No se trata, es claro de pretender sustituir la racionalidad mercantil totalmente por la noción de solidariedad antes de lograr transformaciones revolucionarias en las bases de la sociedad moderna.
Tratase sí de reconocer un hecno fundamental. El capitalismo no logra integrar el conjunto de la población en este sector mercantil avanzado, monopólico y concentrado. La población asalariada y empleada no logra ocupar toda mano de obra. Hay un amplio sector social que tiende a organizarse fuera de los principios mercantiles capitalistas. La racionalidad que preside su organización social no está basa en el instrumentalismo de la modernidad capitalista.
Al contrario, para soperviviir en condiciones sociales dignas ellas deben huir de esta racionalidad puramente instrumental y reconocer el sentido humanitario de una organización social alternativa relativamente al margen de la sociedad capitalista dominante. Ella puede mismo convertirse en una forma eficaz de producción, capaz de competir eventualmente en el mercado capitalista.
Es impresionante considerar los avances que los asentados sin tierra han alcanzado en Brasil. Ellos no pretenden oponerse radicalmente a la sociedad capitalista en la cual se encuentran emergido. Al contrario, buscan ganar la población de las pequeñas ciudades afectadas por el aparecimiento de sus organizaciones cooperativas hacia una concepción solidaria de la economía.
Hasta ahora las experiencias concretas demustran una capacidad de los sin tierra de convertirse en un factor de transformación social de las ciudades y zonas donde actúan, demostrando la fuerza de una propuesta económica superior en sus motivaciones y principios organizadores.
Existen también ejemplos significativos en las experiencias de organización de producción y distribución directo en Argentina bajo el efecto de la crisis de 2001. No se trata de sustituir totalmente la economía de grandes dimensiones, altamente concentrada y centralizada que domina la mayor parte de la producción mundial. Tratase de producir una economía distinta en sus interticios mismos.
Con el tiempo se podrá avaliar la extensión que puede alcanzar
una propuesta alternativa y hasta que punto podrá convivir pacificamente
con una economía de gran extensión desde que sometida a principios
más humanitarios de organización. En este momento incluso el concepto
de hermandad podrá generalizarse al conjuunto de la economía.
Una economía de hermanos, de una humanidad hija de los mismos antecedentes
originarios. Un mundo de hermanos y no de castas, razas o categorías
sociales pretensamente superiores.